Con esto de la crisis muchos hemos
tenido que buscar una solución para no quedarnos estancados en la
improductividad. Otros no. Muchos han encontrado una solución a esa imposición
y muchos otros todavía ni se lo han plateado mientras comen la sopa boba.
Todos le echamos la culpa de esto a
los políticos corruptos que no han sabido poner remedio a la situación actual
de desempleo por falta de la creación de trabajo y demás. De este modo hoy en
día quien mantiene o encuentra un trabajo parece un afortunado comparado con el
resto. No te digo ya si gana más de mil euros...
Ahora la sociedad se echa las manos a
la cabeza cuando se da cuenta de los escándalos que, últimamente y cada vez más
a menudo, están saliendo a la luz. De los privilegios y beneficios para los que
deberían estar sirviendo al pueblo además de los de sus familiares y allegados.
Pero esto no ha llegado a ser así de
la noche a la mañana. Ni en una, dos o tres legislaturas. Esa gente ha sido
capaz de llegar a conseguir eso porque algo en los organismos reguladores
llevaba fallando y posibilitándolo muchos años. Ha fallado desde un punto de
vista democrático, y ahora los que han sacado los pies del tiesto, no han
podido evitar que se haga público. Pero eso es otra historia que a mí me queda
demasiado grande.
De lo que yo quiero hablar es de
algunos de esos que están fuera porque no les queda otra.
Llegar a dar ese paso, para quién más
y para quién menos, es difícil, lo que lo convierte en una actividad muy
loable.
Lo que no entiendo es porqué algunos
se empeñan en hacer tan notorio nada más que la parte difícil de ello. Hace
poco vi el vídeo "la sorpresa" que está dedicado a todos los que
están lejos. Ya se sabe que dejar a tu familia hasta la próxima visita es duro
y que hace que los implicados se emocionen.
Pero no todo son lágrimas amargas en
despedidas que se sabía iban a sucederse. Ahí no habla de las razones que hacen
que la protagonista en este caso se vaya tan lejos, que posiblemente sea un
sueldo o experiencia laboral mejor que la de sus amigos los que se quedaron.
Tampoco dice nada de lo enriquecedor que es viajar y conocer y vivir en sitios
diferentes a lo que estamos acostumbrados. No dice nada de la cantidad de gente
que habrá conocido, la cual habiéndose quedado en casa no hubiera podido
conocer.
Aunque la forma de actuar de muchos de
los mandatarios de nuestra economía y la política sea repudiable, este
expatriado se niega a reconocer que su experiencia, a pesar de todo, es triste
y amarga. Porque hagamos lo que hagamos siempre habrá cosas buenas y cosas no
tan buenas.
Así que ya que es así, sería mejor
dejar de quejarse y seguir actuando para hacer posible el cambio del que tanto
se habla. Porque sólo quejándose nunca se cambiará nada. Y si no nos ponemos
manos a la obra, podremos seguir quejándonos otros cien años que todo seguirá
igual pero con distintas personas; los que están bien, ajenos al resto. Y
los que se lamentan, en el agujero.
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